
La cara es la parte de nuestro cuerpo más expuesta a la contaminación del aire, al polvo, las bacterias y demás sustancias del ambiente. Por ello, lavarnos la cara no solo es importante para nuestra propia imagen, sino también para cuidar de la salud de nuestra piel y de nuestro organismo.
Sin una higiene facial adecuada, las sustancias pueden acumularse en el rostro durante el día y acabar obstruyendo los poros. El exceso de sebo unido a las células muertas de la piel deriva en puntos negros, inflamación o brotes.
Hay quienes se lavan la cara por la mañana, al despertarse, como una medida para despejarse. Otros optan por hacerlo a la noche con el objetivo de eliminar la suciedad acumulada de todo el día. La doctora en Farmacia T’Keyah Bazin explica que no existe una fórmula perfecta, pues dependerá del tipo de piel de cada persona.
Sin embargo, la experta recomienda lavarse la cara dos veces al día, por la mañana y por la noche. No obstante, una única vez puede ser suficiente para aquellas personas con la piel seca o sensible. Por otra parte, hacerlo con demasiada frecuencia o utilizar limpiadores demasiado agresivos puede alterar la barrera natural de la piel, provocando sequedad, irritación, mayor sensibilidad o mayor producción de grasa.
La forma de lavarse la cara es casi tan importante como la frecuencia, recuerda Bazin. Por ello, aconseja utilizar agua tibia y, usando un limpiador suave sin alcohol, frotarse con los dedos entre 20 y 30 segundos. Después, hay que enjugarse bien después de limpiar y secarse el rostro con palmaditas suaves. Por último, se puede usar una crema hidratante.
Recomendaciones para una limpieza facial
La rutina de limpieza facial es especialmente importante al final del día, cuando la piel ya ha acumulado residuos de maquillaje y suciedad ambiental. Según la farmacéutica, la recomendación general es lavar el rostro dos veces al día, una por la mañana y otra por la noche. Esta práctica no solo elimina impurezas, sino que también prepara la piel para recibir los productos de cuidado diurno.
La limpieza nocturna resulta fundamental para retirar los restos de productos aplicados durante el día y las partículas contaminantes que se depositan en la superficie cutánea. Por la mañana, el lavado ayuda a revitalizar la piel y optimizar la absorción de los tratamientos posteriores.
El uso de un limpiador facial específico es preferible al agua sola, ya que garantiza una higiene más profunda y adecuada. La elección del producto debe basarse en el tipo de piel de cada persona, lo que contribuye a evitar irritaciones o sequedad excesiva.
En el caso de quienes presentan piel seca o sensible, o experimentan sensaciones de tirantez, descamación o irritación tras la limpieza, puede ser suficiente realizar un solo lavado diario. Por el contrario, las personas que sudan en exceso pueden beneficiarse de una mayor frecuencia en el lavado facial.
Lavarse la cara dos veces al día y seleccionar un limpiador apropiado para cada tipo de piel constituyen las principales recomendaciones de los especialistas para mantener la salud cutánea.